Nos encontramos inmersos en una sensación de negrura, apenas perturbada por un ruido blanco, tenue y anodino, que se mimetiza con la oscuridad circundante. Sin embargo, irrumpe con la delicadeza de un renacer, insinuando una nueva existencia. La tristeza cede ante la alegría, como la espesura del bosque que, gradualmente, permite el paso de la luz. Almas torturadas, acaso condenadas a una eternidad sombría, aguardan su redención al vislumbrar un único rayo de esperanza. Quizás un día, en un momento incierto, necesitemos aferrarnos con desesperación a ese leve fulgor casi imperceptible, un destello que solo nuestras almas serán capaces de sentir.
Si esta fotografía fuera música este sería su sonido:
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