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No hay nada más triste que una estación de metro o tren vacía. Ya de por sí son depresivas porque siempre las relacionamos con despedidas y nunca con encuentros, pero vacías, sin nadie, sin vida, deprimentes. Recuerdo así estaciones fantasma que dan pena primero por el abandono público de las mismas, por el abandono de proyectos que unían y acercaban, como puede ser la estación de Canfranc, a lo que se le añade que es una estación cargada de historia, de nuestra historia reciente, olvidada y sola en medio de las montañas y del duro invierno del Pirineo. A esta imagen solo la falta un violista alcohólico tocando una triste canción basada en amores perdidos o de trenes que pasaron y no volverán jamás.
by mmc
@iarte2
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