lunes, 18 de mayo de 2020

#Fotografía #Madrid: 1164 - la herencia

@Gropiun1

La abuela murió con 97 años acompañada de sus hijos e hijas, los que les quedaba de 5, y de los nietos muchos de los cuales no habían visto morir nunca a nadie y menos a un ser querido. La herencia a repartir sería cuantiosa pero la joya de la corona de toda ella era un gran piso en Madrid por la que seguramente habría sus más y sus menos entre los herederos directos. Mis tíos unos adinerados y otros simples trabajadores sin pena ni gloria, estaban expectantes hasta que el jueves por la tarde se abriera ante notario su testamento, pero los que más deseaban esa tarta del pastel eran precisamente los que más dinero atesoraban en sus cuentas corrientes o en sus acciones del IBEX-35, lo otros, los trabajadores, solo esperaban el premio para salir de alguna manera de sus apretadas vidas. 
Y ocurrió, ese jueves, ese fatídico jueves, ante el escenario de una notaría, con su rigurosa seriedad y su olor a naftalina donde se puso en conocimiento el reparto del dinero de la abuela y de sus escasas propiedades. Y la verdad es que fue fácil; el dinero se repartió a partes iguales después de restar los gastos del sepelio y del papeleo, y el piso, el piso por los que todos estaban en un sin vivir quedo en tierra de nadie ya que no se mencionaba en la herencia de mi abuela. Según el notario con ese aire a homilía en   misa de la tarde en la catedral, fue vendido hace años "en el mercado libre" sacando una buena tajada de capital que la abuela, la dulce, culta, y buena abuela, cedió gustosamente el capital a aquellas personas que tenían menos dinero que las ambiciosos hijos e hijas y que llegaban a cientos jugándose la vida en el Mediterráneo huyendo de las guerras y que a pesar de todo seguían siendo personas más dignas que todos sus hijos e hijas juntos.  

Gropium

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