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Después de mirar al cielo, en esta tarde noche de invierno, sabía que me tocaba trabajar y ya solo de pensarlo me agotaba. Pero así era mi naturaleza desde que nací y había que aceptarlo. Sobre las 12 de la noche, con la luna arriba, luna llena claro, nos tocaba alimentarnos a los de la manada de licántropos que una vez al mes teníamos que salir a nuestro pesar. Y no era difícil ya que nuestro instinto animal imperaba sobre el humano y solo hay que dejarse llevar. Hoy cazaríamos para comer lo que se pusiera en nuestro camino, pero casi siempre, eran seres humanos mayores, es decir jubilados, que son lo que menos tienen que perder por su dilatada vida, y son lo que no tienen miedo a ir solos en las noches de luna llena. Los niños, la carne fresca casi recién hecha, era muy difícil ya que era muy complicado verlos solos a esas horas gracias al celo de sus padres y al colegio que le hacían madrugar.
Lo curioso del asunto es que los miembros de la manda cuando éramos humanos no nos conocíamos pero al convertirnos en hombres lobo nuestro olfato nos identificaba perfectamente a todos.
Me fastidiaban estas noches puesto que yo, como humano, como ser que piensa y razona, soy vegano, molestándome enormemente tener que sacrificar a un ser vivo para satisfacer mis necesidades culinarias y encima, ver sufrir a nuestras víctimas.
Gropium
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